Una guitarra trasnochada
Los artificios de la Nochebuena de ese año le dieron más luz y alegría al hogar de los Quinteros. ¡Macho! Había dicho la partera el día anterior, cuando en Santa Isabel nacía Jovel. Corría el año ´28 y en la humildad del hogar se vivía la emoción que depara la llegada del hijo esperado. El que hizo sus primeras correrías por las calles polvorientas y tranquilas del pueblo que lo vio nacer; el que a los siete años encontró sus nuevos afectos en Venado cuando los padres decidieron radicarse en la ciudad que lo cobijó y le dio los espacios para aprender y pulir los atributos naturales de su talento; el que supo desde mocoso el valor del esfuerzo y que la guitarra iba a ser una compañera inseparable.
-Hice mis estudios primarios en la escuela Cayetano Silva; en casa la plata no sobraba y desde chico tuve que salir a trabajar. Empecé en lo de Fosco que tenía una despensa y venta de verduras, hacía el reparto y ganaba algunas chirolas; los domingos a la mañana repartía en el barrio las pastas que hacía una familia, Bonetto, que vivía frente al cine Ideal. Con eso juntaba unas chirolas más que ayudaba a parar la olla.
-Mi viejo no quería que tocara la guitarra; él había estudiado algo de música y le hacía a la guitarra y el mandolín por distracción; a mí en cambio me gustaba, me pasaba mirando a los guitarreros de ese tiempo, cusqueando y metiéndome donde podía, hasta que conseguí una guitarra y de a poco fue aprendiendo lo que otros me enseñaban.
-De noche iba al Bar Japonés, en Pellegrini y Belgrano, donde llegaban cantores de Buenos Aires, y aunque no podía entrar, tenía 12 años, me las arreglaba para mirar pegando la ñata contra el vidrio, como dice el tango; observaba la posición del instrumento, los movimientos del cuerpo y las manos del ejecutante. Después lo practicaba a solas; esa fue mi formación, casi diría que me fui haciendo solo.
-Otro lugar que recuerdo es el de (José María) Tucci, que estaba frente a la Farmacia del Indio. Era un negocio de arreglo de muebles y siempre se armaba alguna guitarreada donde me prendía. Otro era el Bar Edison, de Príncipe, el padre de Juanchi, que traía cantores de afuera y casi siempre necesitaban de acompañamiento. Cobraba y también aprendía; recién de grande estudié algo de música.
-Por ahí se me dió por usar la voz y fui cantor en la orquesta Los Dados Negros, de Manuel Mori; a los 17 años partí a Buenos Aires, donde digamos que me recibí de guitarrista haciéndolo un medio de vida. Cuando volví estuve en otras orquestas, la Víctor, la de Chilín Morelli y también en un grupo folclórico, pero siempre más en el tango. Con (Héctor) Fernández hemos acompañado grandes cantores: Raúl Verón, Hugo Marcel, Abel Córdoba, María Garay, Guillermo Fernández, Floreal Ruiz, el Alemán Martín y podría seguir nombrando.
-Siempre me gustó la música tanguera, aunque hago folclore, música tropical y también boleros, pero lo que siento y me emociona es el tango; aunque te digo que si hubiese tenido oportunidad de estudiar lo hubiese hecho con instrumento a viento. Me gusta la trompeta y el trombón a vara; es que me apasiona el jazz tradicional, el de los negros, el blues, podría estar horas escuchando.
-¿Un guitarrista de ayer? Héctor Arbello, el guitarrista de Julio Sosa, tocamos juntos en muchos lugares; en el ´96 me llevó con (Héctor) Fernández y actuamos en el Café Tortoni. Dos años después, con Lorenzo Paris y Fernández lo hicimos en el Salón de los Pasos Perdidos, en el Congreso de la Nación. También estuvimos en la Universidad de Córdoba y en pueblitos lejanos del norte.
-¿Y de hoy? Toda mi vida fui un fanático de Roberto Grela, debe ser por el tango, viste. Y en el folclore Eduardo Falú, y también Atahualpa, aunque son estilos distintos. Falú es de una técnica depurada, en cambio Atahualpa es más natural, se manifiesta con el decir de él. Yo diría más artesanal.
-¿Con el que mejor me entendí? Con Héctor (Fernández). Estamos desde el 17 de noviembre del ´77. Yo lo conocí en el 65. Una vez me habló Omar Sobrero para que lo acompañara en una actuación en la Sociedad Rural. Me habían hecho comentarios muy favorables de Fernández, lo fui a ver y lo hicimos juntos; después cada uno siguió en lo suyo. En el ´77 nos juntamos y me llevó a Santa Fe Sur, un conjunto con el que fuimos a Cosquin. No nos separamos más. Es un tipo inteligente, buen arreglador y además congeniamos en el gusto.
-¿Por qué elegiste el acompañamiento? Por el ritmo, soy un enamorado de los acordes; siempre me gustó acompañar, más al cantor de tangos, es lo que me llega más, lo que más conozco y en lo que me siento mejor.
-¿Cómo se logra? Tenés que ser sencillo y muy prolijo. Si a las cosas las hacés prolijas y le ponés sentimiento, vas a lograr lo que pretendés; tiene que ver también con la exigencia que cada uno se impone en lo que hace, en la perfección que se busca. Digamos que soy delicado y exigente en este asunto.
-¿No hay nervios? Para nada. Cuando actúo por ahí, quienes me conocen siempre me cargan y me gritan: -No te vayas a poner nervioso, Jovel. Saben cómo soy. Todos estamos expuestos a tener un yerro, pero yo me siento seguro en lo mío y eso me da tranquilidad.
-¿Amigos de la música y la vida? Muchos, entre ellos Lorenzo Paris, Héctor Fernández y Roberto Arrieta, un amigo de la infancia, que en las buenas y las malas han estado conmigo siempre. Un apoyo moral en los momentos de la enfermedad (fue sometido a una seria intervención quirúrgica tiempo atrás) que es cuando necesitás de la cercanía y el afecto de los amigos.
-¿Un lugar que recuerdes? Siento nostalgia por Santa Isabel., recuerdo su gente, los lugares que caminé cuando chico; tiempo atrás estuve tocando en el pueblo y me encontré con amigos. Estuve con (Juan) Lombardi, que era presidente comunal en ese entonces, y con Omar Jurado. -Lo conocés? Ante mi asentimiento agrega: -Es un gran milonguero y hasta se cantó unos tanguitos. ¡Y lo hace bien! Fue una noche muy linda en un pueblo de buena gente.
-¿Un cantor de ayer? Floreal Ruiz. Mirá que acompañé cantores ¡pero como Floreal ninguno! Una voz que es una caricia. Una vez lo acompañé en Los Quirquinchos; traía dos bandoneones, uno era Néstor Marconi. Hicimos dos tangos, Inspiración y La Cumparsita. Después entró Floreal, lo acompañamos ocho temas. ¡Fue un deleite! Otro que me gusta es (Edmundo) Rivero, una voz potente, armoniosa, con sabor para decir las cosas.
-¿De hoy? Y... (duda) No se, ahora no salen cantores como antes. Podría ser Carlos Cristal.
-¿De Venado ayer? Omar Sobrero andaba bien. El que me gustaba y tenía una voz bárbara, era el gordo Cuitiño, compañero de escuela, después se fue a Madrid. ¿De hoy? Orlando Olmedo.
-¿Qué es la guitarra para vos? Una compañera de toda la vida. Yo puedo sentir un dolor, pero me dicen: -Esta noche tocamos en tal lado... Y allá voy. Para mí es una terapia.
-¿Cuándo vas a dejar de tocar? Cuando parta (señala hacia arriba). Hasta entonces voy a seguir con mi guitarra y ella conmigo, porque nos necesitamos el uno al otro. Quiero que cuando ese día llegue, todos digan: -¡Hasta ayer estuvo tocando!
Esteban Stiepovich