Por Esteban Stiepovich

La sorpresa de hoy, entre otras tantas que nos ofrece esta Argentina castigada y sin rumbo, se dio con la presencia ante el Hospital Alejandro Gutiérrez de un número importante de trabajadores reemplazantes, planteando su reclamo al gobierno provincial por la falta de pago de salarios adeudados. Los manifestantes son trabajadores de emergencia reemplazantes de enfermeros, camilleros, mucamas y de personal administrativo, a los que se les estaría adeudando pagos por lapsos de hasta cuatro y cinco meses. Los nombrados fundamentan su actitud en el silencio observado ante los reclamos presentados a los directivos del hospital, cuyo apoyo a su posición no ha variado el estado del conflicto, como tampoco el haberlo hecho al gremio y el  Ministerio de Salud, señalado como el principal responsable de la situación.

El problema, como es dable entenderlo, genera en los reclamantes un escenario de intranquilidad e incomodidades que afectan su normal desenvolvimiento cotidiano y de alteración de compromisos derivados de su relación de convivencia personal. Trabajan y quieren cobrar con normalidad, porque también tienen obligaciones, familiares a cargo, que pagar sus impuestos, quizás alquileres, tarjetas que vencen y otras deudas que implican afrontar recargos si no se abonan al vencimiento, sin olvidar que cuando cobren el valor de su plata también estará depreciado.

El resultado habitual de un poder público que aplica intereses cuando le deben, pero no se los reconoce a quienes perjudica con atrasos en sus obligaciones salariales.

Un castigo al que trabaja. 

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