Por Ricardo Aime

Cuando hablamos de cultura, frecuentemente la acompañamos con otro concepto para ingresarlo en un marco contextual. Decimos cultura urbana, artística, rural, gastronómica, etc. Siempre pensando que cada una de ellas es un subapartado de la cultura general.

La cultura ciudadana es el conjunto de comportamientos, valores, actitudes y tradiciones que tienen los ciudadanos a la hora de ejercer sus obligaciones y derechos cívicos, que determinan la forma y calidad de la convivencia, que influyen sobre el respeto del patrimonio común y facilitan o dificultan el reconocimiento de los derechos y deberes ciudadanos.

Hace varios años que los vecinos del Barrio Centro 2 vemos con agrado la integración urbana que fue teniendo el Prado de María, éste pasó de ser un cotizado “campito” de una hectárea a un espacio público que poco a poco fue incorporando servicios a los ciudadanos.

 

En el 2008, la Cooperativa Eléctrica instaló luminarias centrales para las Fiestas de las Colectividades. Luego de desarmar todos los stands, el campito comenzó a ser utilizado como potrero iluminado, al ver esto, solicitamos que dejen la iluminación y gracias a su generosidad, hasta hoy podemos ver distintos ciudadanos e instituciones deportivas utilizar este predio para entrenar o jugar fútbol y hockey.

Al ver este cambio, encontramos que el Prado de María se tornaba más seguro, pasó de ser un gran terreno baldío a un espacio concurrido. Esto, querido lector, es clave a la hora de pensar en Seguridad Ciudadana ya que uno de los grandes problemas que sufrieron las ciudades fue justamente la retirada de sus habitantes de todos los espacios públicos, generando de esta manera que los delincuentes aborden estos lugares y ganen la partida.

Luego fuimos por más, queríamos veredas, cosa que la Municipalidad no tardó en cumplir, luego la Cooperativa Eléctrica las iluminó, más tarde se sumó la Cooperativa de Obras Sanitarias instalando bebederos, al tiempo la Municipalidad puso unos hermosos banquitos minimalistas y presentamos en el Presupuesto Participativo un Centro de Reciclaje. Todo se fue dando como esperábamos. Pedimos cartelería para el manejo responsable de mascotas y se pusieron. Este año (2016) el concejal Francisco Paris propuso la instalación de estaciones saludables para que la gente puedan ejercitar. Hoy podemos ver cómo vecinos de todas las edades se suben a las máquinas para reforzar la actividad aeróbica.

Todo muy lindo, todos agradecidos pero… claro que esta historia con un prólogo ciudadano y un final urbano ha ido sufriendo los avatares del vandalismo. La cartelería del manejo responsable de mascotas la destruyeron, los bebederos fueron víctimas de inadaptados que los rompían incansablemente logrando que la COS tenga que invertir en el desarrollo de bebederos mucho más caros de hormigón.

Para la Estación de Reciclaje logrado gracias al Presupuesto Participativo podemos escribir una novela policial con delincuentes piromaníacos y vecinos estupefactos, víctimas del destrozo por el destrozo mismo. Obvio, luego de tres incendios ya pasó a la historia. Así las cosas, ganaron los estúpidos y los vecinos ya no tienen donde clasificar cartón, vidrio o plástico. Ahora andan con los baúles llenos buscando estaciones en otros barrios para seguir con esta buena costumbre.

¿Y el Estado? ¿El Estado debería cuidar de este espacio público? El sentido común nos hace pensar que con un solo agente es suficiente, luego podemos pensar en una cámara si quieren, pero la prevención debería ser de carne y hueso, observando y generando seguridad mediante la palabra menos utilizada en este sentido: prevención. Esto es incumbencia de la seguridad pública. Por otro lado, también debe cuidar las instalaciones no rompiéndolas. ¿Cómo? ¿El Estado la hace y el Estado la rompe? Sí querido amigo, los mismísimos tractores municipales son los que rompen las veredas porque las pasan por arriba a pesar de haber un ingreso especial para ellos.

Volviendo al título de esta columna, pensemos en nuestra “cultura ciudadana”. Veamos, este concepto supone que nuestras acciones como individuos están reguladas por tres mecanismos: la ley, la moral y la cultura.

Eso quiere decir que nos deberíamos regular y ser regulados más fácilmente cuando estos tres mecanismos se unen, lo cual, en la interacción cotidiana, no siempre sucede: aquello que nos ordena la ley puede diferir de lo que nos dice o dicta la conciencia, puede contravenir lo que es grupalmente aceptado. Este "divorcio" entre ley, moral y cultura puede afectar gravemente la convivencia, el tejido social e, incluso, la productividad de una sociedad

El hecho de que existan ciudadanos que prendan fuego las estaciones de reciclaje, destruyan hasta el hartazgo los bebederos, la cartelería, o la falta de respeto en general a todo lo que no es suyo, representan graves síntomas que ponen de manifiesto que nuestra cultura ciudadana es precaria.

El reto más grande de la cultura ciudadana consiste en superar este divorcio sistemático y motivar la construcción y establecimiento de hábitos cívicos que tengan un ingrediente fundamental: la preocupación por el otro, por el conciudadano. En síntesis, somos poco empáticos.

Como ciudadanos, debemos entender que el problema del vandalismo no es, desde hace mucho tiempo, un asunto de policías y energúmenos, sino un tema de principios y valores.

Es preciso que, lejos de intentar encontrar en el entorno de las personas las variables que explican su comportamiento, se observe lo que ocurre en nuestro interior, tanto en el universo moral como en sus patrones y mecanismos de regulación social y, desde luego, sus formas de relacionarse entre nosotros y con las instituciones.

La cultura ciudadana no es suficiente para garantizar el cuidado del espacio público, pero sí es absolutamente necesaria para poder lograrlo.

 

 

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Laboratorio de Analisis Clínicos

Mario Maestu